Tercer viaje de Cortesito.

Cortesito había cerrado los ojos mientras pensaba en el lugar donde había aparecido. En ese momento se sintió desplazado muy, muy lejos. Escuchaba el rumor de la selva y podía sentir su olor. Abrió los ojos asustado y se asustó aún más. Estaba muy cerca de una guarida de lobos y podía escuchar lo que hablaban.La familia de lobos estaba inquieta. Crujieron levemente las hierbas en la espesura; papá Lobo se agachó, pronto a dar el salto, con los cuartos traseros junto a la tierra. De haber estado allí en acecho, hubieran podido ver ustedes la cosa más maravillosa del mundo: en el preciso momento de estar saltando, se detuvo el lobo. Brincó antes de haber visto contra qué se lanzaba, y, repentinamente, trató de detenerse. El resultado fue que salió disparado hacia arriba, verticalmente, hasta un metro o metro y medio de altura, y luego cayó de nuevo en el mismo lugar..

-¡Un hombre! -exclamó disgustado. Un cachorro humano. ¡Mira!

Frente a él, apoyado en una rama baja, se erguía, enteramente desnudo, un niño moreno que apenas sabía andar: una cosa, la más simpática y pequeña, la más fina y gordinflona que jamás se había presentado de noche ante la caverna de un lobo. Miró a éste cara a cara y se rió.

-¿Es eso un cachorro de hombre? -dijo mamá Loba-. Nunca vi ninguno. Tráelo.
Cortesito quiso intervenir para evitar que aquellos lobos hicieran daño a aquel pequeño niño, pero ¿qué podía hacer él frente a una manada de lobos? Y, ¿en qué sitio estaba esta vez?

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